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viernes, 3 de mayo de 2013

¿Dónde queda la ética de la publicidad cuando se cuela en las aulas?


En clase nos han recomendado un buen libro: No Logo, de Naomi Klein –escritora también del libro La doctrina del Shock, en el cual se basa el documental que mi compañera os comentará en la siguiente entrada-.

A mí me gustaría en especial contaros sobre el cuarto capítulo de dicho libro, titulado “Las marcas y la enseñanza”, que trata sobre cómo la publicidad y el marketing se cuelan en las escuelas y universidades norteamericanas para intentar incrementar a toda costa las ventas entre los más jóvenes. La verdad es que en España es otro tema distinto, debido a que nuestro sistema educativo se financia básicamente gracias a fondos estatales, y a que todos sabemos que el marketing europeo no se caracteriza por mostrar la misma ferocidad y agresividad que el estadounidense. En USA, en cambio, para algunos colegios, sobretodo los de las zonas más pobres, el acuerdo y el patrocinio con empresas parece ser en muchas ocasiones la única opción para no quedarse atrás (por ejemplo, para estar actualizados con las últimas tecnologías).
Eso sí, cuando las empresas de alimentación, de deporte o de tecnología se encargan de suplir tales carencias, traen consigo todo un programa educativo y ciertas cláusulas en contratos millonarios que obligan a las instituciones educativas a fomentar el cultivo de su marca y el consumo de sus productos, así como evitar o penalizar cualquier tipo de crítica hacia ella.

Sobre estos contratos totalmente faltos de ética y que vulneran el derecho a la expresión, encontramos ejemplos como el de la Universidad Estatal de Kent, donde Coca-cola, además de poseer derechos exclusivos de venta, influye fervientemente en la actividad expresiva del campus. Tanto es así, que miembros de un grupo local de Amnistía Internacional fueron vetados y se les retiraron los fondos por querer dar una charla en la que se boicotearía a la marca al dar a conocer sus pactos con la dictadura nigeriana. A su vez, en la Universidad de Kentucky, Nike mantiene un pacto de nada más y nada menos que 25 millones de dólares y de cinco años de duración, por el cual a la Universidad le será retirada tal ayuda si <<formula críticas contra la marca Nike (…) o adopta cualquier actitud contraria a la promoción de los productos de Nike>>.


Otro caso que me parece un salvaje ataque a la población más vulnerable, los niños, es el de la empresa Channel One, propiedad de K-lll Communications, y su homologa canadiense Youth News Network. Resulta que la emisora de radio consiguió pactar con 12.000 escuelas para colarse en las aulas de manera que cada 12 minutos de lección, los profesores detendrían sus charlas para escuchar una programación de 2 minutos de anuncios sin posibilidad de interrupción ni escapatoria. En 1997 los alumnos de más de cuarenta escuelas de primaria tampoco pudieron resistirse a comer platos de su menú escolar que llevaran el nombre de los personajes de la película Anastasia, de Twenty Century Fox (así, comían Costillas Rasputín, o dulce de cacahuete Dimitri). Además, hablando de comida, muchas escuelas incluyen quioscos de conocidas marcas de fast food en sus comedores, como McDonald’s y Burger King, y firman con ellos contratos que prohíben la venta de <<versiones genéricas>> de sus productos por competencia desleal (o sea, o el alumno compra un BigMac, o en su vida va a comer hamburguesa en el colegio).


Como comprenderéis, después de leer este capítulo del libro he quedado totalmente horrorizada por la manera en cómo las grandes marcas se meten de lleno en la educación faltando gravemente a derechos fundamentales y valores éticos que caracterizan, o deberían, a una institución tan importante para el crecimiento sano del país como es la educativa. Desde luego esto solo ratifica como el capitalismo más extremo y la lucha infame y desmesuradamente cruel entre marcas se llevan por delante a lo que haga falta; a la educación y a cualquier tipo de conciencia moral. ¿Dónde queda eso que se llama Responsabilidad Social Corporativa de las marcas más grandes del mercado? ¿Dónde están los límites de su aballasamiento? Y lo que más me intriga, ¿Porqué los colegios y universidades no son capaces de reaccionar de manera ética y responsable, y velar por el bien y la protección de sus alumnos?

Fuentes:
Klein, Naomi: NO LOGO; Ed. Paidós; Toronto (Canada), 2000

Bárbara Stanelli.

1 comentario:

  1. Hola Bárbara,

    Es cierto que, hasta donde sabemos, este tipo de casos no se dan en España. No obstante, la educación en España no está exenta de la "mercantilización" de sus programas académicos. En el artículo de Alejandro Barranquero sobre la comunicación alternativa en España, se explica como se han eliminado de las facultades de comunicación aquellas asignaturas que impartieran contenidos "no rentables", y al final están los resultados de la investigación realizada (aquí el link del artículo:http://orecomm.net/wp-content/uploads/2010/01/AEIC-Barranquero-Saez.pdf). Tenemos también el caso de las influencia de entidades como El Banco Santander, que financia un extenso programas de Becas, en muchos casos en función de intereses empresariales, sobre todo en lo que respecta a la cooperación educativa. En el siguiente manual, en la dinámica "Los Analistas", se presentan seis casos de estudio, en el cual uno, hace referencia a esto (link: http://www.nodo50.org/cala/archivos/1252009936libro_8_dinamicas.pdf).
    En cualquier caso, lo más importante en el caso de España hoy en día, vendría por cuestionarse qué relación existe entre el aumento de las tasas públicas en la matrícula universitaria con la (mala? irresponsable?) gestión de las entidades financieras.

    Obviamente lo que comento es un fenómeno muy distinto, en forma, al que describes en tu artículo... ¿pero si analizamos el fondo de la cuestión, podríamos encontrar similitudes entre ambos casos?

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