En clase nos han recomendado un
buen libro: No Logo, de Naomi Klein –escritora también del libro La doctrina del Shock, en el cual se
basa el documental que mi compañera os comentará en la siguiente entrada-.
A mí me gustaría en especial contaros
sobre el cuarto capítulo de dicho libro, titulado “Las marcas y la enseñanza”, que trata sobre cómo la publicidad y el
marketing se cuelan en las escuelas y universidades norteamericanas para
intentar incrementar a toda costa las ventas entre los más jóvenes. La verdad
es que en España es otro tema distinto, debido a que nuestro sistema educativo
se financia básicamente gracias a fondos estatales, y a que todos sabemos que
el marketing europeo no se caracteriza por mostrar la misma ferocidad y agresividad
que el estadounidense. En USA, en cambio, para algunos colegios, sobretodo los
de las zonas más pobres, el acuerdo y el patrocinio con empresas parece ser en
muchas ocasiones la única opción para no quedarse atrás (por ejemplo, para
estar actualizados con las últimas tecnologías).
Eso sí, cuando las empresas de
alimentación, de deporte o de tecnología se encargan de suplir tales carencias,
traen consigo todo un programa educativo y ciertas cláusulas en contratos
millonarios que obligan a las instituciones educativas a fomentar el cultivo de
su marca y el consumo de sus productos, así como evitar o penalizar cualquier
tipo de crítica hacia ella.
Sobre estos contratos totalmente
faltos de ética y que vulneran el derecho a la expresión, encontramos ejemplos
como el de la Universidad Estatal de Kent, donde Coca-cola, además de poseer
derechos exclusivos de venta, influye fervientemente en la actividad expresiva
del campus. Tanto es así, que miembros de un grupo local de Amnistía
Internacional fueron vetados y se les retiraron los fondos por querer dar una
charla en la que se boicotearía a la marca al dar a conocer sus pactos con la
dictadura nigeriana. A su vez, en la Universidad de Kentucky, Nike mantiene un
pacto de nada más y nada menos que 25 millones de dólares y de cinco años de
duración, por el cual a la Universidad le será retirada tal ayuda si
<<formula críticas contra la marca Nike (…) o adopta cualquier actitud
contraria a la promoción de los productos de Nike>>.
Otro caso que me parece un salvaje
ataque a la población más vulnerable, los niños, es el de la empresa Channel
One, propiedad de K-lll Communications, y su homologa canadiense Youth News
Network. Resulta que la emisora de radio consiguió pactar con 12.000 escuelas
para colarse en las aulas de manera que cada 12 minutos de lección, los
profesores detendrían sus charlas para escuchar una programación de 2 minutos
de anuncios sin posibilidad de interrupción ni escapatoria. En 1997 los alumnos
de más de cuarenta escuelas de primaria tampoco pudieron resistirse a comer
platos de su menú escolar que llevaran el nombre de los personajes de la
película Anastasia, de Twenty Century
Fox (así, comían Costillas Rasputín,
o dulce de cacahuete Dimitri).
Además, hablando de comida, muchas escuelas incluyen quioscos de conocidas
marcas de fast food en sus comedores,
como McDonald’s y Burger King, y firman con ellos contratos que prohíben la
venta de <<versiones genéricas>> de sus productos por competencia
desleal (o sea, o el alumno compra un BigMac, o en su vida va a comer
hamburguesa en el colegio).
Como comprenderéis, después de
leer este capítulo del libro he quedado totalmente horrorizada por la manera en
cómo las grandes marcas se meten de lleno en la educación faltando gravemente a
derechos fundamentales y valores éticos que caracterizan, o deberían, a una
institución tan importante para el crecimiento sano del país como es la
educativa. Desde luego esto solo ratifica como el capitalismo más extremo y la
lucha infame y desmesuradamente cruel entre marcas se llevan por delante a lo
que haga falta; a la educación y a cualquier tipo de conciencia moral. ¿Dónde
queda eso que se llama Responsabilidad Social Corporativa de las marcas más
grandes del mercado? ¿Dónde están los límites de su aballasamiento? Y lo que
más me intriga, ¿Porqué los colegios y universidades no son capaces de
reaccionar de manera ética y responsable, y velar por el bien y la protección
de sus alumnos?
Fuentes:
Klein, Naomi: NO LOGO; Ed. Paidós; Toronto (Canada), 2000
Bárbara Stanelli.
Hola Bárbara,
ResponderEliminarEs cierto que, hasta donde sabemos, este tipo de casos no se dan en España. No obstante, la educación en España no está exenta de la "mercantilización" de sus programas académicos. En el artículo de Alejandro Barranquero sobre la comunicación alternativa en España, se explica como se han eliminado de las facultades de comunicación aquellas asignaturas que impartieran contenidos "no rentables", y al final están los resultados de la investigación realizada (aquí el link del artículo:http://orecomm.net/wp-content/uploads/2010/01/AEIC-Barranquero-Saez.pdf). Tenemos también el caso de las influencia de entidades como El Banco Santander, que financia un extenso programas de Becas, en muchos casos en función de intereses empresariales, sobre todo en lo que respecta a la cooperación educativa. En el siguiente manual, en la dinámica "Los Analistas", se presentan seis casos de estudio, en el cual uno, hace referencia a esto (link: http://www.nodo50.org/cala/archivos/1252009936libro_8_dinamicas.pdf).
En cualquier caso, lo más importante en el caso de España hoy en día, vendría por cuestionarse qué relación existe entre el aumento de las tasas públicas en la matrícula universitaria con la (mala? irresponsable?) gestión de las entidades financieras.
Obviamente lo que comento es un fenómeno muy distinto, en forma, al que describes en tu artículo... ¿pero si analizamos el fondo de la cuestión, podríamos encontrar similitudes entre ambos casos?